miércoles, febrero 25

a prosópito de libertad


"no entorpecer los pensamientos con el peso de los zapatos"

-andre breton, nadja


el otro día hablé tanto que no me reconocí. complejo esto de ser de carne y hueso; a veces la miel está dura y desarma los panes. el viaje no terminará de otra forma que encontrándote dijo mi abuela. ojalá aprenda a retener el sueño para abrazar el presente. el aire fue cierto aquel día al llegar al límite de mi cuerpo y cerebro quedé paralizado, y la corriente limpia existió, aquí está, dentro de mis adentros. olvido por algunos momentos mis categorías murallescas y vuelve a brotar el diálogo; existen otros ojos con lenguas de ritmos diversos. el desenojo fue expansión y apertura, la respirosidad fue no saberse el único aire, sino reconocerse inestable y atemporal, testigo de otredades azarosas que uno mismo llamó.

que no se me olvide que no se me olvide.


"mejor no entorpecer los zapatos con el peso de los pensamientos"

-chamico, la vida.

viernes, febrero 20

puntillismo reflexológico

Iban caminando por una bajada llena de piedras. En realidad eran adoquines y piedras, da igual, la cosa es que unos pies comenzaron a doler. Está sacrificado este camino, dijo ella, a lo que él respondió –esta güeno pa’ los que tienen pie plano, como yo.

Primero pensaron en un fakir, luego en esos chinitos pelados que caminan sobre brasas ardientes. Finalmente llegaron a la conclusión de que era una especie de reflexología, pero como habían piedras muy chiquititas se trabajaba con principios puntillistas. Quizás algún día se puedan llegar a conocer todos los colores que tiene un pie. Igual es verdad que algunas cosas se ven mejor desde lejos, aunque probablemente dependa de las distancias y ojos de cada uno; ella que no tiene pie plano prefiere ir por la vereda.

Los adoquines pedregosos de la calle están pegados a la vereda. La vereda está pegada a los pedregosos adoquines de la calle. Segunda conclusión de la bajada: se puede caminar juntos sin abandonar el pie propio.

domingo, febrero 15

cita

Obviamente a cualquiera que escribe le gusta que lo lean mucho. Pero a la vez yo tengo mucha conciencia de elite, en el buen sentido. Y la idea de que todo el mundo tiene que participar de eso es una idea comercial. Creo que quienes cocinan bien son una elite, por ejemplo. Lo que hay que desterrar es esa idea de que una elite es superior a otra. Pero leer, por ejemplo, no es para muchos. Encontrar un buen lector es tan difícil como un buen escritor. Antes de la imprenta, un tipo escribía una tragedia y por ahí la leían diez personas, y eso no le impedía escribir otra obra. Hay que salvaguardar el acto creador.

Hugo Mujica

lunes, febrero 9

sobre el carrusel y sus hijos

Esas máquinas con forma de animales, autos y naves que hay dentro de los supermercados u otros lugares así de comerciales –en las que se echan cien pesos y viaje de dos minutos para los pequeños- son la atomización del carrusel. Claro, este último “nace” en Francia en el siglo XVIII, como una entretención de la nobleza, que era la única que podía permitirse semejante lujo, sobretodo porque unos cuantos sirvientes debían empujarlo para que funcionara. Incluso hay antecedentes anteriores en un Asterix que tengo, lo que nos sitúa en el año 50 antes de cristo. Lo que los galos nunca imaginaron es como este artefacto pudo propagarse más allá de su contexto socio-cultural particular. Y por eso es que hace falta la historia, para comprender el devenir de las cosas (y cosas es todo), sus relaciones con otras cosas, los nuevos nombres de las cosas y la creación de nuevas cosas.


La construcción de carruseles se expandió primero por europa, luego llegó al nuevo mundo gracias al corazón infantil del jet-set aristocrático americano. Por otra parte, la industria cultural y la difusión de un cierto tipo de recreación familiar, los terminó de distribuir por el mundo. En los 70’ ocurriría algo inesperado. Japón, ya asegurada como potencia mundial de la tecnología y economía capitalista, idea el diseño de una máquina más pequeña destinada a funcionar de modo individual. Se trataba de un solo caballo (o yegua, quién sabe), ésta vez sin un fierro atravesándolo, más bien con riendas de plástico que aseguraban un agarre firme para el pequeñín. Si bien hubo una transformación importantísima –el caballo dejó de girar y subirbajar en torno a un eje para dedicarse a columpiarse y temblar repetidamente-, ésta no menoscabó su popularidad, por el contrario, la aumentó debido a la multiplicación de maquinitas y el módico precio que alcanzó la diversión, haciéndose accesible a diferentes culturas y clases sociales, además de traslapar un elemento lúdico grupal a la creciente estructura individualista que impregna las sociedades, las mentalidades y la tierra entera en su redondez atómica.


Más tarde, el caballo fue reemplazado por naves, elefantes y troncomóviles, entre otros. La notoriedad que estas máquinas han adquirido es de esperarse, pues los artefactos curiosos venidos de otras latitudes siempre han llamado la atención de los nativos, sólo que ahora, en vez de cambiarlos por oro, los pagamos con una moneda que los mismos visitantes nos recomendaron usar. Es importante señalar que si bien las máquinas individuales se multiplicaron como gremlins, el carrusel no ha dejado de existir, aunque ahora su participación en las vidas niñezcas está reducida a parques de atracción y gamecenters de mall.