Veo el primer rayo de luz y es negro
ilumina las ciudades y sus carreteras llenas de movimientos
y a todas las lenguas que han sobrevivido
a lo idéntico que son azar y albedrío
El amanecer deja de ser una enfermedad
porque si bien las estrellas desaparecen
nuevas constelaciones se han alzado en el firmamento
para acompañar a ese hombre esa mujer
ese niño esa anciana que están en este preciso instante
en la más abismal de las soledades acostándose
pensando que nadie volverá a recordarlos
pero un nuevo día aparece y junto a él
nuevos ojos nuevas manos nuevas lenguas
que convertirán el cielo en una nueva tierra
donde sembrar las también nuevas palabras que triunfaron
ya que el milagro de la vida está en un árbol
escondido en lo más profundo de la ficción
que se alimenta de la luz del Sol Negro
para no olvidar el sueño de la noche anterior
que son todos los sueños de todas las noches
de todos quienes han contemplado una noche estrellada
y han visto en ella ese árbol que es también
una pequeña casa donde vive alguien que nunca existió
ni tampoco sus ruidos ni sus monstruos ni sus libros
que son los Libros de la Vida que nadie ha leído jamás
y en donde está escrito el poema que no se ha escrito
por eso permanecerán por siempre
y yo no lo podré ver con mis propios ojos
porque ya todo me resultará ajeno
Quizá esto sea lo último que pueda escribir
y de ser así vuelvo a la noche originaria bajo la cual
alguien tomó un poco de barro e inventó la escritura
Veo como todo se derrumba a mi alrededor
desde mi cuerpo hasta los cuerpos celestes
rumoreando sobre los destinos
de los que vendrán el día de mañana
Yo todo esto lo soñé como si hubiese estado muerto
devorado por las luciérnagas
que son los Gusanos de la Iluminación
pero no fue así
lamentablemente
no fue así
-Héctor Hernández Montecinos
viernes, octubre 10
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