domingo, diciembre 23

Todo esto pasó en luna llena...


Extraño mundo el del loquito que se descargó en la fiesta. Eramos varias personas haciendo música, respirando arte, improvisando colores y ritmos cardiacos. De pronto llegó este chico que ¡zas! besó la tierra en una caída que nos dolió a todos los que nos encontrabamos cantando en el patio. Seguramente se sintió algo avergonzado, nos contó que venía a hacer pichi como los antiguos, que hacían en cualquier parte del mundo. Luego de su pequeño trámite se quedó observándonos y de pronto nació el canto. Fluyó de su interior enérgicamente, toda la descarga hacia el mundo hostil en que vive. Se soltó mucho rato y nosotros lo celebramos, ya que pese a su interesante estado etílico, sus rimas eran buenísimas. Cuando terminó lo felicitamos, reímos y lanzamos tallas, porque la noche era eso; constantes chistes y situaciones. La nevenka, amiga reina del jugo porteño, echó a andar las transmisiones de su radio que la acompaña a todas partes, con llegada a los niños del cerro y a los de abajo también. Procedió a entrevistar a nuestro contertulio cantaor de carretes cerrísticos. Él nos comenzó a contar algo asi: "la historia de roma..." En eso el nico, uno de los nuestros, lo interrumpió (le dió demasiada risa este asunto tan serio de "la historia de roma..."). El cantaor no lo comprendió muy bien y no quiso cantar más. Intentamos animarlo para continuar con la fiesta en la buena onda, pero no logramos convencerlo de que siguiera. En ese momento noté su rostro extraño y me dí cuenta que no creía en lo que le decíamos, en las felicitaciones que le dimos, ni en la sincera buena disposición a compartir nuestro amor con un desconocido. Asi que nos dijo: "saben qué...mejor me voy a ir porque yo casho que me están güebiando". Quedamos plop, y se fue, pero mientras subía la escalera que lleva de vuelta a la casa donde era el carrete general, lo llamamos para que regresara, cantando su nombre, claro que no volvió (ahi quizás nos encontró más pesados aun, unos locos jipiados que lo tenían pa' la palanca).

Toda esta situación fue interesante y me hizo pensar en los mundos que nos formamos para vivir a diario, porque quizás el chico nunca había conocido gente asi de abierta y relajada que recibe a desconocidos sin problema y los integra a la alegría. Quizás nunca, después de cantar jugosmente en contra del sistema a ritmos quebradizos inventados por él, había recibido ovaciones como las que le dimos (que eran sinceras). ¡No nos creyó! es loco para nosotros, pero lo fue más para él. En su mundo no existia eso, sino, ¡como no lo vió!

Al observar de un poco más arriba la situación, no puedo evitar sentirme agradecido de tener un grupo de amigos con los que compartimos el arte, la risa y todas las cosas lindas que se pueden entregar y recibir en una junta.
¡Vivan los carretes de luna llena!
¡y de nueva!
¡y de cuarto creciente!
¡de menguante!
¡y sin luna igual!

2 comentarios:

Zumbí far ai dijo...

Derepente el loco
era santiaguino.
Acá en esta meseta rodeada
de montañas todos creen
que la buena onda es un mito
y que huevear al resto
es lo único real.

Igual notable que un
personaje de la nada se desenvuelva
a sus anchas en un gesto espontáneo
con gente extraña.
Eso yo no lo he podido
hacer en la vida

Un saludo hermano
Marco

pd: suerte en el sure,
es una tierra bella y no
te vas a defraudar

Unknown dijo...

jaja...que bonito!!
que bonito es cruzarse y arrimarse

quizá si no hubiese usado veneno no pensaría en malas cosas...