lunes, febrero 9

sobre el carrusel y sus hijos

Esas máquinas con forma de animales, autos y naves que hay dentro de los supermercados u otros lugares así de comerciales –en las que se echan cien pesos y viaje de dos minutos para los pequeños- son la atomización del carrusel. Claro, este último “nace” en Francia en el siglo XVIII, como una entretención de la nobleza, que era la única que podía permitirse semejante lujo, sobretodo porque unos cuantos sirvientes debían empujarlo para que funcionara. Incluso hay antecedentes anteriores en un Asterix que tengo, lo que nos sitúa en el año 50 antes de cristo. Lo que los galos nunca imaginaron es como este artefacto pudo propagarse más allá de su contexto socio-cultural particular. Y por eso es que hace falta la historia, para comprender el devenir de las cosas (y cosas es todo), sus relaciones con otras cosas, los nuevos nombres de las cosas y la creación de nuevas cosas.


La construcción de carruseles se expandió primero por europa, luego llegó al nuevo mundo gracias al corazón infantil del jet-set aristocrático americano. Por otra parte, la industria cultural y la difusión de un cierto tipo de recreación familiar, los terminó de distribuir por el mundo. En los 70’ ocurriría algo inesperado. Japón, ya asegurada como potencia mundial de la tecnología y economía capitalista, idea el diseño de una máquina más pequeña destinada a funcionar de modo individual. Se trataba de un solo caballo (o yegua, quién sabe), ésta vez sin un fierro atravesándolo, más bien con riendas de plástico que aseguraban un agarre firme para el pequeñín. Si bien hubo una transformación importantísima –el caballo dejó de girar y subirbajar en torno a un eje para dedicarse a columpiarse y temblar repetidamente-, ésta no menoscabó su popularidad, por el contrario, la aumentó debido a la multiplicación de maquinitas y el módico precio que alcanzó la diversión, haciéndose accesible a diferentes culturas y clases sociales, además de traslapar un elemento lúdico grupal a la creciente estructura individualista que impregna las sociedades, las mentalidades y la tierra entera en su redondez atómica.


Más tarde, el caballo fue reemplazado por naves, elefantes y troncomóviles, entre otros. La notoriedad que estas máquinas han adquirido es de esperarse, pues los artefactos curiosos venidos de otras latitudes siempre han llamado la atención de los nativos, sólo que ahora, en vez de cambiarlos por oro, los pagamos con una moneda que los mismos visitantes nos recomendaron usar. Es importante señalar que si bien las máquinas individuales se multiplicaron como gremlins, el carrusel no ha dejado de existir, aunque ahora su participación en las vidas niñezcas está reducida a parques de atracción y gamecenters de mall.

2 comentarios:

Fran dijo...

Te lo digo... los niños no son felices en esos juegos. No tienen el encanto de un carrusel de verdad (o tal vez sólo sea que el movimiento arriba-abajo-girando es más entretenido que el simple adelante-atrás)

Unknown dijo...

Vale por la dedicatoria.
Además esos juego casi siempre van acompañado por alguna pataleta, antes o despues de utilizarlo.